Tuesday, September 10, 2019

Bóveda

Infusión de moca que el negro dilata,
es cada sombra que trepa, otras que resbalan,
me acerco, sonríe, me quiere morder;
luna llena de leche materna, le dí a tomar.


Ladino sensato, posado en mi amparo,
empachado de garbo por atisbar un cielo raso,
un orbe ocupado,
prestando varias crudas coplas, que de tanto escucharlas ya son pecado;
el que sigue velando y un poco más.


Revelas un enigma, te sobran tantas vidas por morir,
pareces un antojo, los segundos que caben en un minuto;
eres como una tensión, una reacción que tal vez sea explosión,
puede que atiborrado y confuso estés, así como está el tic toc.


El clima se distorsiona al escuchar el medio maullar,
confesándose el palpitar del libido tribal, acechando desde el umbral,
robas la vergüenza con un sucio susurrar;
en silencio penetra la mirada, me pierdo con sentido,
sin querer estimulamos el significado.


Lacta este ego, agárrate,
entierra el morbo que desnudo andan mis labios;
ábrete en mi pecho, juégame con el sur, arruga mis estragos,
empuja la puerta, que la bóveda se despeja.


Ardor ante todo, postura y sus contras,
garra hundida en la espina, suspenso fijo, sorprendido;
vagabundo suplicio, ameno el aullido del errante;
fuera de control...


Escapé sin tener que migrar, entré porque me dejaste;
pero ahora felino, voy lejos y sigo escuchando ese crujido,
esos que surcan el borde de mi ventana el día de la noche añeja, sé que me sigues,
la oscuridad te delata por qué eres sombra que trepa y otra que resbala.






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